UN PAR DE CALADAS DE TABACO NEGRO.
Francisco Javier Rodríguez del Burgo
Una mañana cualquiera, Acacio se
despierta, enciende un cigarrillo y se pone a pintar. Puede ser una ilustración
por encargo para un libro de poemas de Michel Houllebecq, un lienzo para una
exposición en Valencia o un dibujo para una camiseta en favor del pueblo
palestino.
Allí le esperan los amarillos y los rojos, los personajillos,
a veces algo perdidos, muchas dispuestos a la faena sexual, o directamente
inmersos en ella...siempre formando un mundo cruelmente divertido, tétricamente
alegre, de escalerillas, sillas, dameros, cruces y círculos.
"No tener que replantearse cada
día la función del arte, ¿es una ventaja?" le pregunto alguna vez, casi de
manera ingenua. "Me deja más tiempo para pintar, así que supongo que es
una ventaja, al menos para quien disfrute viendo mis cuadros"
Si pasas por su casa,
sorprende la cantidad de libros que hay en todas las estancias, incluso en el
cuarto de baño. Si sacas alguno de su sitio, podrá contarte algo de él, y si
tienes suerte, te lo prestará. Ésta es su faceta más egoísta, la de
prestar libros. Yo sé que lo hace con la intención de poder charlar luego sobre
ellos contigo.
A menudo, las ventanas de su casa
están abiertas, y si escuchas con atención podrás oír algo de música francesa
de los años sesenta o a de Lighetti. Pero nunca demasiado alta. Sale de un
pequeño radio-cassette de esos que hace treinta años venían de Canarias en la
maleta de algún primo lejano.
Para calentarse, la estufa de
butano, la mítica que a tantos hogares calentó antes del despegue económico de
nuestro país. Es un hombre austero, honesto, consecuente, siempre dispuesto a
echar una mano a un amigo.
A veces pasea mirando al suelo, pero
no está triste; simplemente busca en lo que otros desprecian tirando al suelo,
un chispazo de belleza. A mí, una de las cosas que más me gustan es mirar los
cuadros. Los que tengo en casa los miro mucho", advierte cuando te enseña
los que decoran las paredes de su morada. Y es verdad. Mientras te los enseña,
los observa con avidez, como si fuera la primera vez que los ve, a pesar de que
conoce hasta el más mínimo detalle.
Probablemente esa sea su mejor cualidad: la capacidad de
entusiasmarse con las pequeñas cosas, la nula necesidad de lujo, el cariño con
que te invita a comer una paella hecha en la olla exprés (adjuntamos receta al
dorso) y, sobre todo, esa capacidad de deleitarse con la belleza sin la
necesidada menudo enfermiza, de poseerla.
Recomiendo acercarse a sus cuadros olvidando los prejuicios
para poder observar con la misma naturalidad una silla y una polla. Están
hechos para disfrutar (los cuadros, digo). Aprovéchense pues, es un lujo, pero
gratis.
(Del catálogo de la exposición "Despedida y cierre por traslado"/Palencia, 2006)
Mi amigo
Acacio
Mateo Santamarta.
Acacio Puig
es un artista polifacético, un animador social y cultural, un luchador
incansable y coherente que sufrió sin amilanarse los zarpazos de la dictadura.
Es un hombre de gran formación intelectual que sigue teniendo inquietud y ansia
por conocer nuevas cosas y por crear un Nuevo Mundo.
Ha
sido y es ilustrador y ha trabajado para Babelia -suplemento cultural de El
País- trabajando en la actualidad para las editoriales Susaeta y Acuarela
También ha
ilustrado libros de diversos poetas actuales a petición de éstos.